Los abrazos frecuentes no solo fortalecen el vínculo entre padres e hijos, sino que también juegan un papel crucial en el desarrollo saludable de los niños. Investigaciones del Instituto de Investigación del Toque de la Universidad de Miami han demostrado que el contacto físico afectuoso, como los abrazos, promueve la liberación de oxitocina, una hormona que reduce el estrés y fomenta el bienestar emocional. Este ambiente de afecto y seguridad emocional es esencial para que los niños se sientan amados y protegidos, lo cual contribuye a su crecimiento físico y mental.

Además, los abrazos frecuentes ayudan a los niños a desarrollar una mayor autoestima y una mejor regulación emocional. Los niños que reciben contacto físico positivo con regularidad tienden a tener menos problemas de comportamiento y muestran mayor empatía hacia los demás. La sensación de seguridad que brindan los abrazos crea un entorno en el que los niños pueden explorar el mundo con confianza.